viernes, 21 de junio de 2013

II.- Cuando el suelo tiembla...

Un buen amigo de mi padre nos llevó a su casa, en la que vivía junto a su mujer y su hija de seis años, que me encantó, porque los niños dan mucha alegría. Eran días tranquilos en esa zona. Estaba en el Paseo de las Delicias, muy cerca del cine Legazpi, en el que vimos varias películas de Shirley Temple, de moda por aquel entonces.
Otra "pobre" niña a la que robaron su infancia...
Pero al poco tiempo allí no se podía estar; se oían mucho las ametralladoras, empezaron los bombardeos y la comida escaseaba. Había que hacer colas para todo: la carne, la leche… Entre mi madre y yo tejimos un jersey para Fermín, que así se llamaba el dueño de la casa y otro para la niña, Maruchi

 Después nos mudamos a la calle Ciudad Real, donde me encontré con mi gran amiga,  Ángela. Íbamos a pasear por entre las barricadas, pero por poco tiempo, ya que las cosas siempre cambiaban… para empeorar
Nos marchamos después a casa de un hermano de la señora, que vivía en Tirso de Molina, donde también había una niña pequeña. Por la noche, cuando había bombardeos, nos refugiábamos en el metro.
-¡Vamos! ¡Vámonos! ¡Tenemos que ir al metro!

 Las sirenas anunciaban bombardeo. Entonces el metro era el lugar más seguro. Eso decían.

 Yo cogí de la mano a la niña y corrimos a cobijarnos en los túneles, a esperar que pasara todo. Cuando caían las bombas el suelo temblaba y el sonido era atronador.
Las bombas explotan como los globos
La niña me preguntó

-¿Por qué estamos en el metro?

-Porque van a tirar bombas

-y… ¿por qué suenan tan fuerte?

-porque explotan…

-¡ah…! Como los globos…

Cuando los mayores creyeron que había pasado el peligro salimos de allí. Pero hubo muertos, heridos, mucha sangre, les oí decir. Después de tantas noches de metro y sin poder dormir estábamos agotados. Además, aunque mis tíos y primos estaban en Madrid, no estábamos juntos y nos veíamos poco…


Pero un día que íbamos por una calle de Madrid nos encontramos con un médico muy famoso de Navalmoral, D. Emilio Luengo, que vivía en Madrid. Nos dijo que nos fuéramos a vivir a casa de su hermana Jerónima, la cual se había ido de veraneo a Palma de Mallorca y no se podía venir debido a la situación

-Total, van a ocupar la casa… así que… mejor que lo hagáis vosotros

La casa era muy buena. Estaba por el paseo de Santa Engracia, y, como allí había muchas embajadas bombardeaban menos. Y como la casa era grande podíamos estar con el resto de la familia, tíos y primos.
Gracias a las cooperativas de los trabajos de mi padre y mis tíos nos íbamos arreglando con la comida. Sin embargo, las cosas, para no variar, empezaron otra vez a ir a peor. Cada vez más bombardeos por todo Madrid, aquello parecía el infierno…

Huyendo de las bombas...


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