Mi padre
dijo que Madrid tampoco era un lugar seguro, pidió de nuevo el traslado y
partimos hacia Valencia. El viaje fue muy malo. A veces había que dejar el tren
y coger un autobús, ya que el frente estaba cerca. Por fin llegamos a Valencia,
donde vivimos en la calle Literato Azorín, cerca de la plaza de toros. Pero muy
pronto vimos que allí también había bombardeos; ahora, no sólo desde el aire,
también desde el mar. Otra vez el miedo.
Dolores Ibárruri, Pasionaria |
Uno de los
días que íbamos a dormir a un campo cercano que nos parecía más seguro me caí
al saltar una pared. Me hice una brecha en una ceja. Como me salía mucha sangre
me llevaron a un médico, el cual me quería coser la herida. Yo no me dejaba y
al final me puso dos lañas. Lo hizo tan bien que no me ha quedado ninguna
señal. Esto demuestra que a los médicos, a veces, se les puede llevar la
contraria
.
Como
ya era más mayor y era muy responsable, me iba a comprar sola al mercado de
Jerusalén. Al volver pasaba por la plaza de Emilio Castelar, donde estaba un
famoso mercado de flores. Había unos letreros muy grandes, en blanco y con
letras en rojo. En uno decía: <<Vale más morir de pie que vivir de
rodillas>>. En otro: <<Vale más ser viuda de un héroe que mujer de
un cobarde>>. Luego ponía: <<Lo ha dicho Pasionaria>>.
Después, por las noches, se dejaba todo oscuro, para que los aviones no vieran
las luces
.
Pero mi
padre lo que quería era poner a salvo a su familia y pidió otro traslado, esta
vez a Játiva, y vivimos allí en un pueblo cercano llamado Llanera de Ranes, en
una casa propiedad de un médico que nos facilitó el alcalde, ya que el médico sólo
la utilizaba para ir de vacaciones y, como he explicado arriba, las casas
vacías había que ocuparlas para quien las necesitara. Tenía un huerto con higos
y granadas. El dueño fue a conocernos y dijo que se la estábamos cuidando muy
bien. Allí tenía amigas de mi edad, que eran de Madrid, y podíamos coger de los
árboles toda la fruta que quisiéramos ya que, como no había exportación en ese
momento, se estropeaba
Un día que íbamos paseando
por la calle principal pasó por nuestro lado un chico joven, guapo, con unos
ojos verdes, grandes, de esos que nunca se olvidan. Se paró con nosotras y nos
preguntó que quienes éramos, ya que no nos conocía. Le contamos nuestra
historia y él nos contó la suya. Estaba con permiso, ya que venia del frente de
Teruel, donde había pasado tanto frío que las piernas se le pusieron muy mal,
por eso iba con bastón.
Nos presentó a sus padres y hermanos, con los que hicimos mucha amistad. Mi padre, que era un gran dibujante, dibujó una hoz y un martillo; yo se lo bordé en blanco sobre un pañuelo rojo, que él se puso al cuello. Cuando se puso bien de las piernas se tuvo que volver a ir. Pero sus padres querían tenerme siempre en su casa. Yo les escribía las cartas a sus hijos, que estaban en el frente...
Nos presentó a sus padres y hermanos, con los que hicimos mucha amistad. Mi padre, que era un gran dibujante, dibujó una hoz y un martillo; yo se lo bordé en blanco sobre un pañuelo rojo, que él se puso al cuello. Cuando se puso bien de las piernas se tuvo que volver a ir. Pero sus padres querían tenerme siempre en su casa. Yo les escribía las cartas a sus hijos, que estaban en el frente...
Cada día me gusta más...
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